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Antonius Bashaalany, primer emigrante libanés

La gota que inició un gran torrente

¡Si supieras lo que iniciaste,
te colmarías de gozo y dolor!

En la cordillera que pasa por el distrito del Maten Al Aáhla, hay una aldea llamada Salima. En ella ha vivido durante siglos la familia conocida Bashaalany. Nació, el 22 de agosto de 1827, un niño bautizado como Antonius, quien tuvo niñez apacible, no exenta de etapas sombrías como la lucha entre druzos y maronitas en 1837, en la que su casa fuera arrasada, debiendo su familia huir a Beirut. A los doce años, Antonius consiguió empleo en el Consulado de Italia como ayudante personal del Cónsul General, al que acompañó a Turquía y a islas del Mediterráneo.

Leía la Biblia y adquirió una gran espiritualidad. En 1850 trabajó como guía de viajeros que iban a Tierra Santa, lo cual le permitió conocer a un grupo de estadounidenses que, al ver su cultura y amabilidad, lo alentaron a ir a trabajar a los Estados Unidos. Antonius fue ahorrando y viajó en agosto de 1854, en la 3ª Clase de un barco.

En noviembre llegó a Boston y se trasladó a Nueva York, donde sus amigos lo llevaron a la casa de una rica familia residente en la 5ª Avenida, para la cual trabajó como sirviente. La señora de la casa intuyó su nostalgia y le brindó calidez familiar.

Ingresó a una escuela pública y en su tiempo libre impartía clases de idioma árabe. Pero trabajaba tanto que el agotamiento quebrantó su salud hasta que murió en el Hospital New York, en Broadway, el 22 de agosto de 1856 a los 29 años de edad, siendo enterrado en el lote 181 de un cementerio de la Ave. Sassafrase, en Brooklyn. Su lápida es un testimonio de la gota que inició el torrente migratorio libanés. En la piedra cincelaron un tarbush, un león, un cordero y una serpiente, que simbolizan identidad, valentía, mansedumbre y astucia. Bashaalany fue audaz y alcanzó la universalidad al honrar su vida con amistad, trabajo, honestidad y fe en sí mismo.